UNA HISTORIA DE VIDA

El trabajo hecho con gusto y amor
siempre es una creación original y
única.

Corría el año 1961. Don Juan José Porras Mazzuchi era un constructor reconocido, no solo en su ciudad, también en pueblos cercanos de otros departamentos. Con esfuerzo y su saber hacer construyó el primer Templo Evangélico en Colonia Inglaterra y galpones en Nuevo Berlín. Con el tiempo el trabajo como constructor fue mermando, pero ello no significó que se diera por vencido. Las ideas bullían en la mente de don Juan: ¿por qué no conseguir y acopiar materiales de construcción usados e implementos diversos, adquiridos especialmente en remates, luego acondicionarlos para después revenderlos? La idea cuajó y poco a poco fue consolidándose.

Juan Jose Porras y Ma. Luisa Quiñones

Su primer oficio – una auténtica pasión – fue quedando en el pasado. Al comercio de don Juan en su conocida ubicación de calle Zapicán casi Ansina, llegaban los interesados a mirar atentamente la exposición de lo que estaba para la reventa y en el diálogo surgían naturalmente consultas sobre aspectos variados relativos a la construcción. 

Nuevas ideas fueron surgiendo a partir de la demanda de los propios clientes. Y don Juan amplió el negocio anexando hierro, portland, ladrillos, etc. Así nació La barraquita de Porras, que requirió la ampliación del local y el reparto a domicilio. Albañiles y constructores sabían que allí encontrarían buenos materiales, la sugerencia oportuna y la atención amable y respetuosa.

Construcción del Galpon icono de Nuevo Berlín

La familia como un equipo

Don Juan no estuvo solo en sus emprendimientos. Contaba con su familia y el compromiso individual de sus integrantes. Junto a él, atendiendo la contabilidad, la presencia de María Luisa Quiñones, su esposa, brindaba el apoyo necesario para que la empresa tuviera cimientos sólidos. También Horacio, uno de sus hijos, desde muy joven supo que estudios y trabajo era una ecuación que debía resolver cada día. A él le correspondía ayudar en todo lo que su padre necesitara, acondicionando los materiales u hombreando las bolsas de portland.

La historia continúa

Corría el año 1977. Don Juan consideró que había llegado el momento de dar un paso al costado y jubilarse. Su hijo Horacio se hizo cargo de la empresa, conocida desde entonces como Barraca Porras, un negocio que fue cubriendo, al mismo tiempo, el área de la ferretería, constituyéndose así en un referente dentro del ámbito comercial de la ciudad. Se vivían tiempos de mucha actividad con obras de organismos estatales, había una gran demanda de materiales de construcción y el trabajo era intenso.

Juan Jose Porras ya retirado entre otras cosas, se dedicaba a hacer macetas de hormigón, esa es de exposición en la feria industrial en Mercedes 28/9/1980

Corría el año 1977. Don Juan consideró que había llegado el momento de dar un paso al costado y jubilarse. Su hijo Horacio se hizo cargo de la empresa, conocida desde entonces como Barraca Porras, un negocio que fue cubriendo, al mismo tiempo, el área de la ferretería, constituyéndose así en un referente dentro del ámbito comercial de la ciudad. Se vivían tiempos de mucha actividad con obras de organismos estatales, había una gran demanda de materiales de construcción y el trabajo era intenso.

Hoy…

Se sigue trabajando con la misma entrega de los inicios, hay nuevos proyectos, metas que se desean alcanzar. La experiencia de los “viejos” y el impulso y las nuevas ideas de los jóvenes de la familia nutren cada decisión que conduzca al cumplimiento de los objetivos rectores de la firma: ofrecer calidad y servir sin distinciones a todos los vecinos que llegan a la barraca, procurando siempre estar a la vanguardia en algunos rubros. 

Los aportes de la tecnología han agilizado la comunicación con los proveedores, la atención de los clientes y la administración. A esa modernización se suman conocimientos y experiencia en el ramo para la gestión de una empresa que tiene su particular complejidad.


Debe destacarse que la empresa apuesta a apoyarse en gente joven en un ramo que no es fácil de aprender por la gran variedad de elementos que vende, ya que en él conviven las herramientas e implementos tradicionales con los más modernos. La plantilla del personal está constituida por una mayoría de jóvenes, bien dispuestos, que día a día van adquiriendo la formación que se necesita para responder satisfactoriamente a las demandas del momento actual. Sin ellos no sería posible alcanzar las metas propuestas.
A la ampliación del local se suma la apertura los sábados de tarde y también el servicio a los clientes de fuera de la ciudad. Poblaciones como Villa Soriano, Dolores y Fray Bentos reciben los materiales solicitados y entregados por personal de la barraca.

Es, sin duda, una empresa que ha sabido granjearse la confianza dentro y fuera de la ciudad, basada en el respeto y la honestidad de sus propietarios.

Siempre ¡¡gracias!!

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